MARÍA
COIRA EN LO ADVERSO
(Traducido del original de Méndez Ferrín en El Faro de Vigo)
Muchos
querríamos ver la pintura de María Coira en la espiral ascendente del
Guggenheim de Nueva York, que parece incluso su lugar propio de residencia. O
en las salas contemporáneas del Serralbes o, si no, también con Siza Vieira, en
el Centro de Arte Contemporáneo de Compostela.
Demasiada
albura. Alguien nos dice eso, como Leopoldo Nóvoa, por todos y por siempre.
Para acoger sus obras, María Coira, prefiere estancias en apariencia enemigas.
Concedamos que diferentes. Lugares de una piedra vieja portadora de un tiempo u
otro y distante, poblado de fantasmas. Un día fue el Museo de las
Peregrinaciones. Hoy acoge la obra de María Coira el castelete de Santa Cruz,
Oleiros. En un interior como el de la Torre de Londres están estos días los
cuadros de María Coira colgados y desafiando las sombras del pasado.
Méndez Ferrín leyendo uno de us textos sobre la artista María Coira - a su lado - en la inauguración de la exposición "Caniños do Silencio". |
Sombras hostiles. O víctimas amadas, como es el caso del ectoplasma del pintor Miguel Moratinos que dentro de estos muros fue torturado y sacado de ellos para que lo sacrificaran con las luces del amanecer. Coira, hoy ya no Montenegro, expone en el castillo de Santa Cruz diversas historias que confluyen en un mismo relato. Relato, como decían un poeta alemán y otro gallego, "sin palabras". En María es sin figuración mas con historia íntima y referida a las otras mil y una noches y días y padecimientos y éxtasis. De todos los artistas vivos que conozco, María Coira es la que me resulta más lejana y, a la vez, más próxima. Nadie entra en su mundo conociendo pistas y consignas como las que deja el gitano errante en las cortezas de los árboles para ser descifradas por otros nómadas. No, ella puede decir, como en el romance castellano enigmático: "Yo no digo mi canción/sino a quien conmigo va".
Una de las piezas de María Coira expuestas en el Castillo de Santa Cruz. |
Tres ramas principales se despliegan en la exposición de María Coira que, de alguna manera, se encuentra prisionera provisional dentro de los muros del castillo de Santa Cruz, Oleiros. La cantata de los blancos con textura y lenguaje en relieve que ponen trazas, e incluso, engaños, al infinito. Una serie dotada de recursos de contradicción interna, sumamente inquietadora. Otro apartado de naturaleza épica que parece asumir, con orgullo, la constitución, con elementos externos y contradictorios, de una identidad que es la de aquí o sea la nuestra. Quien quiera mirar un tesoro mayor de la magia plástica de nuestro tiempo tiene que arriesgar su integridad cruzando sobre el peligroso pasadizo entre dos mundos que es lo que hoy une el castillo de Santa Cruz con la costa.
Los músicos Eduardo Coma (violín) y Francisco Rosa (guitarra) acompañaron con su música la inauguración. |
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