por ITZIAR SANXURXO
Miguel Mainar en su taller de Ipiés
Hace pocas semanas el pintor Miguel Mainar
clausuró su exposición METAMORPHOSE en el palacio Montemuzo en Zaragoza. Mainar
es artista que atiende a su voz interior, a su propia sensibilidad y a su
verdad. El resultado de su honestidad artística y su constante investigación es
una obra singular, sensible y potente. Hemos conversado con él acerca de su
vida y su obra. Miguel Mainar se expresa con la humildad propia
de los grandes artistas y los grandes seres humanos. Él es ambas cosas.
En el año
1974, Francia era el país de la libertad, y París la meca del arte, en todo
caso para muchos de los españoles que por ahí anduvimos, fue mi gran
aprendizaje en muchos aspectos de vida, de conocimiento, de otras culturas, de
absorción de una época de gran riqueza cultural, relaciones humanas, años de
vitalidad desbordante, de enriquecimiento constante con el arte contemporáneo,
con el teatro, la música y la literatura.
-Pero tú ya tenías una formación anterior...
-Comencé en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza con trece años, y con veinticuatro me fui a París, entré en la Escuela de Bellas Artes, y me gradué con veintinueve años. Con treinta surgió el viaje a Argelia, viaje iniciático y de gran importancia en mi vida espiritual y en el desarrollo y concepto de mi obra.”
-Comencé en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza con trece años, y con veinticuatro me fui a París, entré en la Escuela de Bellas Artes, y me gradué con veintinueve años. Con treinta surgió el viaje a Argelia, viaje iniciático y de gran importancia en mi vida espiritual y en el desarrollo y concepto de mi obra.”
-Tu estancia en Argelia te ha marcado artísticamente de una manera muy profunda.
-Sí. Residí
un año en Argel capital y seis en el sur de Argelia, Adrar. Allí trabajé en un
instituto de profesor de dibujo, una gran experiencia didáctica, humana y de
aprendizaje personal, una vivencia realmente hermosa.”
Viví
en un oasis a 15 km. de la ciudad de Adrar, un vergel lleno de humanidad en sus
gentes, de reposo sensorial, de naturaleza y colores increíbles, del espacio
ilimitado, y de una intensidad lumínica prodigiosa. Allí comencé a trabajar en
papel de gran formato y con pasteles, que, como material y técnica, eran mi
relación epidérmica y sensorial mas directa con el entorno en que vivía, fueron
años trabajando con el color y allí comenzó esta mi gran aventura con el papel,
en la que estoy inmerso y sigue alimentándome como elemento esencial en mi
trabajo y creación.
En
un principio el papel era el elemento receptivo, el soporte de la intención, o
sea la obra sobre papel, y poco a poco fue surgiendo la transformación, el
mimetismo, la investigación del elemento, papel que puede ser anónimo, frágil,
desechable, transformado, reciclado y tirado. En mi trabajo la obra es el
papel.”
En mi obra el dorado es una constante en el que investigo esa parcela interior del alma que apenas desvelamos.
-El
vídeo, la fotografía, el cine, la imagen siempre han ejercido gran fascinación
visual, sensorial y forman parte de mi concepto artístico. Desde hace unos
años, estoy investigando el potencial de la estética en la imagen, en la vídeo
creación. me es muy interesante el resultado porque en dos parámetros
diferentes como la materia y la imagen
se encuentran y funden en la misma percepción interior de la realización.”
"Pienso que como occidentales tenemos
conceptos y estructuras de pensamientos filosóficos y morales diferentes a
otras culturas, y ello es bueno porque es riqueza humana y desarrollo interior.
Miramos y nos miran, nos mezclamos y creamos, vivimos en el mismo espacio, en
la misma luz, en el mismo aire y las percepciones son tan sutiles y dinámicas
que a cada individuo nos hace únicos y diferentes en relación con el
arte."
METAMORPHOSE
Exposición de Miguel Mainar
en el palacio Montemuzo. Zaragoza
EL
AGRIMENSOR BIEN ORIENTADO
Rafael
Ordóñez Fernández
Casi
toda la historia (no la de la pintura y sus derivaciones expandidas, sino la
procelosa de la humanidad misma con sus malaventuras milenarias y su improbable
búsqueda de verdad y belleza) permanece sumida bajo esas temblorosas epidermis
(crudelísimas a fuerza del infortunio o delicadas en su infinito desamparo)
rebosantes del agraz que emponzoña las tierras primigenias –todo edén o
desierto o fatal espejismo vive de soledad, incesto y esperanza- o del sereno
ensueño de las divinizadas por histéricos ritos fundacionales –la pareja de
reses cavicornias roturando pacientes el perímetro exacto que limita y ordena
los puntos cardinales junto a las inestables terrazas aluviales que contienen
la furia del río fecundador cuyo cauce recoge cuanto fluye- o del polvo
irredento que finge las cubiertas por asfixiantes capas de cenizas aún tibias y
plúmbeas y letales rescatadas de informes hogares sedentarios o testigos
inciertos de ferales asedios destructivos de los que surgen siempre otras
nuevas culturas mucho más despiadadas.
Pero
esas pieles fúlgidas sobre las que palpitan las herrumbres bastardas de la
sangre, los espermas acerbos de los conquistadores, la plata requemada en las
devastaciones, el insidioso azul ultramarino del opulento lapislázuli o de los
insondables océanos abisales, la impronta calcinada de cimientos que ya nada
sustentan, los ambiguos alzados en falsa perspectiva de refugios que guardan el
aire del olvido, fueron antes manejables papeles sin grandes pretensiones
–humildes, vegetales, hirsutos, aromados, mestizos, perentorios, reciclados,
porosos- y por eso se prestan con total complacencia a recibir las líneas de
los planos primeros de esas ciudades míticas que han sido cuna y tumba de civilizaciones
(es todavía posible advertir los vestigios del certero trazado ortogonal de las
vías principales y de su sacrosanta orientación celeste) y también los del
templo politeo y los viejos palacios laberínticos con todos sus arcanos
refulgiendo en la sombra de las ocultaciones, aunque pueda tratarse de la misma
manera de proyectos apenas esbozados o transcritos en clave para futuras urbes
en pla-netas lejanos acaso inexistentes donde los sempiternos errores de la
especie comenzarían de nuevo a repetirse hasta el fin de los tiempos.
Otras
veces son signos sin patrones lingúísticos que surgen polvorientos del gris
inabarcable y los falsos espejos opacos y argentinos y el frutal azulete
desmedido y el óxido de todos los metales aspirando a la gloria de los
orífices, o tal vez estructuras, esbozos de posibles detalles constructivos que
vienen desde el fondo de esa memoria oscura o esas premoniciones igual de
imaginarias y definen con rara precisión matemática –cuadrados rigurosos y
plenos de misterio a punto de romper todos los diques y expan-dir las semillas
del presente perpetuo, retículas secretas huyendo del espan-to de las
profanaciones, oquedades minúsculas ocluyendo el silencio- algunas inquietantes
imágenes fractales surtiendo poderosas a través del inmenso depósito insondable
de aluviales pigmentos minerales y fuentes rumorosas y fantasías solares y
tierras labrantías y batallas feroces y can-ciones silentes y lagos mercuriales
y epidemias de nieve y cosechas ubérri-mas y hecatombes finales con el vano
propósito de propagar sin límites, hasta la extenuación de las edades, la plaga
deletérea de las incertidumbres.
A
eso quizá se deba que Miguel Mainar siga (después de tanto tiempo bus-cando
infatigable el dúctil alfabeto de rasgos cifras gestos, la sintaxis cromática,
el léxico de pliegues colinas vallejuelos, la cadencia de luces y las
modulaciones texturales de una lengua que goza con fruición pero que sin
embargo no dominará nunca, afortunadamente) calculando con sabia torpeza
presentida las justas proporciones, el tamaño preciso, las líneas de tensión,
los colores finales y su acumulación sedimentaria, las distancias salvadas, el
peso visual y las temperaturas de fusión afectiva que pueden conformar el vasto
territorio apenas explorado por donde seguirá buscando para siempre los
posibles sentidos contingentes de esa existencia astral que bien podría ser
vida si llega a ser capaz de imaginarla con la innata pericia del buen
agrimensor bien orientado que alguna vez será, si acaso persevera.
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