martes, 8 de enero de 2013

Conversación con Miguel Mainar

por ITZIAR SANXURXO


Miguel Mainar en su taller de Ipiés



Hace pocas semanas el pintor Miguel Mainar clausuró su exposición METAMORPHOSE en el palacio Montemuzo en Zaragoza. Mainar es artista que atiende a su voz interior, a su propia sensibilidad y a su verdad. El resultado de su honestidad artística y su constante investigación es una obra singular, sensible y potente. Hemos conversado con él acerca de su vida y su obra. Miguel Mainar se expresa con la humildad propia de los grandes artistas y los grandes seres humanos. Él es ambas cosas.


Estudiaste en París. ¿Porqué fuiste allí?

En el año 1974, Francia era el país de la libertad, y París la meca del arte, en todo caso para muchos de los españoles que por ahí anduvimos, fue mi gran aprendizaje en muchos aspectos de vida, de conocimiento, de otras culturas, de absorción de una época de gran riqueza cultural, relaciones humanas, años de vitalidad desbordante, de enriquecimiento constante con el arte contemporáneo, con el teatro, la música y la literatura.


-Pero tú ya tenías una formación anterior...

-Comencé en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza con trece años, y con veinticuatro me fui a París, entré en la Escuela de Bellas Artes, y me gradué con veintinueve años. Con treinta surgió el viaje a Argelia, viaje iniciático y de gran importancia en mi vida espiritual y en el desarrollo y concepto de mi obra.”

-Tu estancia en Argelia te ha marcado artísticamente de una manera muy profunda.

 -Sí. Residí un año en Argel capital y seis en el sur de Argelia, Adrar. Allí trabajé en un instituto de profesor de dibujo, una gran experiencia didáctica, humana y de aprendizaje personal, una vivencia realmente hermosa.”

Viví en un oasis a 15 km. de la ciudad de Adrar, un vergel lleno de humanidad en sus gentes, de reposo sensorial, de naturaleza y colores increíbles, del espacio ilimitado, y de una intensidad lumínica prodigiosa. Allí comencé a trabajar en papel de gran formato y con pasteles, que, como material y técnica, eran mi relación epidérmica y sensorial mas directa con el entorno en que vivía, fueron años trabajando con el color y allí comenzó esta mi gran aventura con el papel, en la que estoy inmerso y sigue alimentándome como elemento esencial en mi trabajo y creación.

 El papel es el material que utilizas preferentemente en tu obra ¿Cómo explicarías tu relación con el papel?

 En un principio el papel era el elemento receptivo, el soporte de la intención, o sea la obra sobre papel, y poco a poco fue surgiendo la transformación, el mimetismo, la investigación del elemento, papel que puede ser anónimo, frágil, desechable, transformado, reciclado y tirado. En mi trabajo la obra es el papel.”

 En mi obra el dorado es una constante en el que investigo esa parcela interior del alma que apenas desvelamos.


-Además de la pintura también trabajas en vídeo ¿Cómo afrontas esa otra faceta tuya?

-El vídeo, la fotografía, el cine, la imagen siempre han ejercido gran fascinación visual, sensorial y forman parte de mi concepto artístico. Desde hace unos años, estoy investigando el potencial de la estética en la imagen, en la vídeo creación. me es muy interesante el resultado porque en dos parámetros diferentes  como la materia y la imagen se encuentran y funden en la misma percepción interior de la realización.”



"Pienso que como occidentales tenemos conceptos y estructuras de pensamientos filosóficos y morales diferentes a otras culturas, y ello es bueno porque es riqueza humana y desarrollo interior. Miramos y nos miran, nos mezclamos y creamos, vivimos en el mismo espacio, en la misma luz, en el mismo aire y las percepciones son tan sutiles y dinámicas que a cada individuo nos hace únicos y diferentes en relación con el arte."





METAMORPHOSE
Exposición de Miguel Mainar
en el palacio Montemuzo. Zaragoza



EL AGRIMENSOR BIEN ORIENTADO

Rafael Ordóñez Fernández


Casi toda la historia (no la de la pintura y sus derivaciones expandidas, sino la procelosa de la humanidad misma con sus malaventuras milenarias y su improbable búsqueda de verdad y belleza) permanece sumida bajo esas temblorosas epidermis (crudelísimas a fuerza del infortunio o delicadas en su infinito desamparo) rebosantes del agraz que emponzoña las tierras primigenias –todo edén o desierto o fatal espejismo vive de soledad, incesto y esperanza- o del sereno ensueño de las divinizadas por histéricos ritos fundacionales –la pareja de reses cavicornias roturando pacientes el perímetro exacto que limita y ordena los puntos cardinales junto a las inestables terrazas aluviales que contienen la furia del río fecundador cuyo cauce recoge cuanto fluye- o del polvo irredento que finge las cubiertas por asfixiantes capas de cenizas aún tibias y plúmbeas y letales rescatadas de informes hogares sedentarios o testigos inciertos de ferales asedios destructivos de los que surgen siempre otras nuevas culturas mucho más despiadadas.

Pero esas pieles fúlgidas sobre las que palpitan las herrumbres bastardas de la sangre, los espermas acerbos de los conquistadores, la plata requemada en las devastaciones, el insidioso azul ultramarino del opulento lapislázuli o de los insondables océanos abisales, la impronta calcinada de cimientos que ya nada sustentan, los ambiguos alzados en falsa perspectiva de refugios que guardan el aire del olvido, fueron antes manejables papeles sin grandes pretensiones –humildes, vegetales, hirsutos, aromados, mestizos, perentorios, reciclados, porosos- y por eso se prestan con total complacencia a recibir las líneas de los planos primeros de esas ciudades míticas que han sido cuna y tumba de civilizaciones (es todavía posible advertir los vestigios del certero trazado ortogonal de las vías principales y de su sacrosanta orientación celeste) y también los del templo politeo y los viejos palacios laberínticos con todos sus arcanos refulgiendo en la sombra de las ocultaciones, aunque pueda tratarse de la misma manera de proyectos apenas esbozados o transcritos en clave para futuras urbes en pla-netas lejanos acaso inexistentes donde los sempiternos errores de la especie comenzarían de nuevo a repetirse hasta el fin de los tiempos.

Otras veces son signos sin patrones lingúísticos que surgen polvorientos del gris inabarcable y los falsos espejos opacos y argentinos y el frutal azulete desmedido y el óxido de todos los metales aspirando a la gloria de los orífices, o tal vez estructuras, esbozos de posibles detalles constructivos que vienen desde el fondo de esa memoria oscura o esas premoniciones igual de imaginarias y definen con rara precisión matemática –cuadrados rigurosos y plenos de misterio a punto de romper todos los diques y expan-dir las semillas del presente perpetuo, retículas secretas huyendo del espan-to de las profanaciones, oquedades minúsculas ocluyendo el silencio- algunas inquietantes imágenes fractales surtiendo poderosas a través del inmenso depósito insondable de aluviales pigmentos minerales y fuentes rumorosas y fantasías solares y tierras labrantías y batallas feroces y can-ciones silentes y lagos mercuriales y epidemias de nieve y cosechas ubérri-mas y hecatombes finales con el vano propósito de propagar sin límites, hasta la extenuación de las edades, la plaga deletérea de las incertidumbres.

A eso quizá se deba que Miguel Mainar siga (después de tanto tiempo bus-cando infatigable el dúctil alfabeto de rasgos cifras gestos, la sintaxis cromática, el léxico de pliegues colinas vallejuelos, la cadencia de luces y las modulaciones texturales de una lengua que goza con fruición pero que sin embargo no dominará nunca, afortunadamente) calculando con sabia torpeza presentida las justas proporciones, el tamaño preciso, las líneas de tensión, los colores finales y su acumulación sedimentaria, las distancias salvadas, el peso visual y las temperaturas de fusión afectiva que pueden conformar el vasto territorio apenas explorado por donde seguirá buscando para siempre los posibles sentidos contingentes de esa existencia astral que bien podría ser vida si llega a ser capaz de imaginarla con la innata pericia del buen agrimensor bien orientado que alguna vez será, si acaso persevera.











No hay comentarios:

Publicar un comentario